Escribir como método de supervivencia

 


Hay momentos en los cuales el dolor nos atraviesa y resulta sumamente complejo poner en palabras lo que sentimos, ya que si lo hacemos es para transmitirle ese dolor a alguien, y no sé a ustedes, pero a mí me da la impresión de que la gente tiene cada vez menos tiempo para atender desarrollos largos y complejos de ideas. 

Si a esto le sumamos el creciente déficit de atención que padecemos gracias a los videos, reels e historias de no más de 30 segundos que normalizan un enfoque muy limitado de atención (problema que hace tiempo llegó para quedarse en la escuela, donde los niños no pueden atender un desarrollo argumentativo de más de 3 minutos) caemos de resultas en que debemos plasmar nuestro dolor por escrito. Esto puede ser especialmente beneficioso para ordenar nuestras ideas y tal vez publicarlas a modo de consuelo para creer que hay alguien que nos lee y tal vez esté siendo atravesado por una situación similar. 

Iré al centro de este breve desarrollo: Hace unos meses vengo padeciendo varias despedidas (la de mi ex pareja, de amigos y compañeros de trabajo, de un amigo que falleció y otro que se fué recientemente a vivir a europa) y hay quienes procesamos los duelos de manera profunda y reflexiva, o así nos gusta creer, pero la realidad es que todos tienen algo en común: el dolor. 

Cuando los dolores se juntan hay dos opciones: O estamos procesando mal los duelos o tenemos tiempos y ritmos lentos para hacerlo y estos se amontonan más rápido que la ropa para lavar en días de lluvia. Si nos enfocamos en esta segunda opción (la del amontonamiento de catástrofes personales) conviene hacernos una pregunta: ¿Cuántas pérdidas se es capaz de soportar sin ser aplastados por ellas? 

Siempre afirmé que en el aeropuerto ví los abrazos y las lágrimas más reales, autenticas y conmovedoras de mi vida. Tal vez ya me resulten familiares al ser un aeropuerto mi lugar de trabajo, pero nunca me dejan de conmover. Ahí no se presenta nadie desinteresado en la persona a hacerse un lugar en los repartos de dividendos ni poseciones como en un velorio, no se echan culpas entre familiares como en un hospital ni se saluda con un frío "Suerte en tu nueva etapa" cuando alguien se jubila del trabajo. No, en el aeropuerto las emociones son fuertes, los sentimientos sinceros y hoy me toco padecerlos en carne propia. Claro que expresarlas a algún amigo de los pocos que me quedan me tomaría un tiempo que considero desmedido, un presupuesto en psicólogos que estimo desmesurado y sobrepensarlas como forma de auto análisis me parece agotador.

Entonces ¿Qué nos queda en una situación de estas? Escribir es una buena salida, siempre lo es: una técnica de vaciado mental basado en el aporreo de teclado puede funcionar, tal vez mientras se toma algo rico (en defensa del alcohol debo decir que he tomado peores decisiones estando sobrio) y con esto los invito a escribir visceralmente.

En su libro "Mientras escribo" de Stephen king el autor nos cuenta acabadamente sobre el arte y oficio de hacerlo de manera detallada y puntual, pero voy a spoilear algo muy importante que él mismo resalta; Se debe escribir copiosa y despiadadamente cuando la tormenta de palabras nos ronda la cabeza y siempre con la verdad, verdad que llama a lo que realmente estamos "viendo", sin maquillaje ni eufemismos. "Escriban lo que ven" se refiere a lo que vemos hacia adentro, con esos ojos que sólo tiene el alma cuando se enfoca en uno mismo.

Confieso que ese libro me reconcilió con King, ya que no soy muy adepto a la genialidad de su literatura más por adepto a la trágica realidad que por falta de pasión ficcional aunque sufra de ambas.
Volviendo al tema, esto es un humilde blog y no quiero abusar de su tiempo. Pretendo dejar plasmada la buena idea de duelar por escrito, algo que en este momento está salvando gente de escucharme ad infinitum y tal vez animando a alguien a ordenar sus ideas en papel, ya que si el dolor hace que el pensamiento sea mas profundo, nos sirva para ser más humanos compartiendolo y ayudándonos mutuamente

Que la vorágine del sistema de vida imperante no nos quite nuestro espacio de desahogo, que de verdad hace bien al cuerpo y al alma.
Los saludo cordialmente con la firme convicción de brindar remedios inspirados en la sabiduría trágica.

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