El barco y la naranja


 

Por suerte cada vez se encuentra en mayor medida desterrada la frase “mi media naranja”, siento placer al dejar de oír eso en las nuevas generaciones, me parece una frase rancia y anacrónica con la cual nuestros antecesores suplían la falta de autonomía y escondían la inutilidad para ciertos quehaceres diarios que rozaban lo machista.


Creo firmemente que nadie viene al mundo “a medias”. Cuando encontramos a alguien a quien amar y que nos ama recíprocamente, esa persona puede complementarnos pero jamás completarnos. Y pocas sensaciones más maravillosas hay que la sentirse complementado por nuestro ser amado en plena charla con conocimientos y puntos de vista nuevos, cuasi revolucionarios para nuestros sentidos.


A propósito de esto, hoy escuchaba una interesante charla entre nuestro amigo Rolón y Darío S. Pero originalmente el punto era otro; la vida es un sinsentido general al cual nosotros mismos se lo damos. Aunque sea un viaje breve y brutal, el amor le da destellos de alegría y luz a un viaje en general oscuro, con un trabajo al que no amamos, o que si lo amamos nos quita la energía vital para vivir la vida de acuerdo con nuestras expectativas, un sueldo que no nos alcanza, varias necesidades insatisfechas, una casa que ni siquiera es nuestra y hasta alguna vocación truncada. Y seamos realistas, muchos de nosotros nos encontramos ahí, aunque nos hagamos los giles.


La metáfora de la vida como un viaje cruzando el océano, en el cual el amor es un barco que nos transporta algunas millas náuticas para luego naufragar dejándonos en el medio de ese océano es válida, como también lo es la actitud que toman muchas personas ante esta realidad: saltar de barco en barco sin pretender mojarse, aunque en realidad la vida se trate de nadar solos para eventualmente gozar de un breve y maravilloso viaje en una lujosa embarcación que nuevamente naufragará para enseñarnos el valor del viaje en compañia y adquirir la experiencia de saber que no cualquier barco nos llevará a buen destino, hay algunos que nos llevan directamente a zonas tormentosas, otros en los cuales debemos sacar agua ininterrumpidamente para que no naufrague, otros en los cuales nos da nauseas el sube y baja constante de su navegar como una parábola, y algunos que, conducidos por un timonel experto nos enseña el valor de un viaje placentero y tranquilo mientras nos prepara para que nuestro próximo naufragio no nos encuentre inermes.


Me parece que es momento de enfocarnos en nosotros y adquirir una vida mas contemplativa y menos productiva, encontrando momentos para reencontrarnos con nuestros sentimientos y habilidades, con nuestras emociones, expectativas y frustraciones, algo clave para resignificarlas y dejarle a la vida algo de lo que espera de nosotros, como decía Víctor Frankl en “El hombre en búsqueda de sentido”,¨ aunque no esperemos nada de la vida, ella siempre espera algo de nosotros¨, o sea, que encontremos nuestro mundo interior para dejarle algo a la humanidad ya que todos tenemos habilidades innatas, porque a diferencia de Hobbes, yo creo que el humano es en esencia bueno, aunque el sistema luego lo corrompa y acentúe sus características egoístas que tanto necesita este sistema económico reinante.


Que vivan las completitudes, los amores que nos complementan y que muera el deseo de producción incesante, no olvidemos que el viaje es corto y el amor es lo único que ilumina este túnel de incertidumbre.


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