Estoicismo citadino

Reserva ecologica Costanera Sur, Buenos Aires. Foto del autor. 

Abundan en las redes los consejos de antiguos filósofos estoicos quienes hace 2000 años nos dejaron grandiosas enseñanzas. Claro que cualquier palabra de aliento que nos acompañe a surfear las olas del caos urbano es mas que bienvenida y quienes publican y dedican miles de horas a subir videos en Instagram con palabras que el mismo Epictecto jamás diría saben del eco que ellas tienen en la sociedad del cansancio; el valor de la razón en épocas de maremoto político, una palabra certera en la incertidumbre de vivir en un mundo impredecible y la vara rectora Zenon de Citio hablandonos de resiliencia emocional cuando atravesamos un duelo podrían llevarnos a la errónea conclusión de que los tipos la tenían re clara y vivieron vidas libres de cargo y culpa gozando de una paz sublime. 

Pero no nos adelantemos a la realidad de los hechos. Siendo tolerante con los demás y estricto con nosotros mismos como decía Marco Aurelio, deberíamos analizar el contexto del auge en su pensar y los motivos del "revival" que atraviesan los autores estoicos. 


Hijos de su tiempo 

 
Según el marketing, en el estoicismo las emociones negativas son causa de dolor, y esto nos hace infelices. Para evitar la infelicidad la clave radica en controlar las emociones negativas tales como el enojo, los celos, la verguenza, ect. y para ello se recomienda practicar el desapego emocional y la indiferencia ante las causas que generen dichas emociones, o dicho de otra forma, permanecer pasivos ante lo que no podemos controlar, o sea, el mundo externo. 

Esto nos lleva al problema de la pasividad, ya que si nos centramos únicamente en nuestro carácter, reacciones y acciones, como propone el estoicismo, y no hacemos ningún esfuerzo en las cosas que escapan de nuestro control directo y personal, un estoico practicante permanecerá pasivo ante los problemas que nos aquejan como sociedad, desde el cambio climático, la desigualdad social y hasta el abandono de mascotas en la vía pública.

No tenemos que ser doctorandos en filosofía para saber caer en la cuenta que hace más de 2000 años no existían muchas de las presiones que nos aquejan hoy en día; no imagino a Séneca haciendo malabares para pagar el alquiler, las cuentas, mantener en pie el hogar, soportar a su malhumorado jefe ni mucho menos lidiando con la responsabilidad parental, cuando es sabido es que en la cultura de la época a la temprana edad de 13 años ya se encontraba uno listo para encaminarse a la guerra. 

Pero sigamos practicando el pensamiento crítico. Es cierto que estamos simplificando los problemas, esto no pretende ser un paper académico ni una tesis doctoral.


Emocionalidad


Para un estoico resulta que hay muy pocas cosas que se encuentran bajo nuestro control; tal es así que para estos lo único que podemos realmente controlar es nuestra respuesta ante aquello que nos plantea el mundo. Esta premisa se podría resumir en algo como esto. “Solo hay tres cosas que podemos controlar” 1) Nuestro carácter 2) Nuestras emociones 3) Cómo tratamos a los demás. 

Esto nos lleva a inferir que el control de las emociones ante los estímulos externos es fundamental para esta filosofía, pero esto va más allá incluso que de la autorregulación; a altos niveles de “estoicidad” se pretende una completa indiferencia emocional ante lo que ocurre en el mundo interno que nos lleve a la tan buscada imperturbabilidad del siglo XXI para flotar estériles por la vida mientras todo nos resbala 

Es en este punto donde quiero hacer foco, en la de perder nuestra cualidad humana por excelencia; la capacidad de conmoverse por las emociones, ser atravesado por un sentir más fuerte que nosotros y sobreponernos a ello, emocionarnos ante la llegada de un hijo, la partida de un ser querido, la ruptura amorosa, una pieza maestra, la inmensidad del universo. ¿O acaso vamos al cine a que? a sentir una emoción. Lo mismo que al teatro, que al parque de diversiones. Asistimos a lugares exclusivamente a sentir emociones, cuando la filosofía estoica pretende arrebatarnos de ellas haciéndonos fríos y distantes porque eso “garpa” hoy día. No señores, déjenme disentir de esta parte contraria a la vida, rayana a la muerte que nos pretende implantar un sistema de valores que ya no existen. Pienso que debemos sentir más y mejor, y muchas veces primero debemos sentir antes de pensar y mucho antes incluso que hacer. 

Dejemos la imperturbabilidad para cuando alguien nos diga que le gusta la pizza con ananá, que para todo lo demás somos seres sentipensantes con todo el derecho a sentir, expresar y modificar lo que esté a nuestro alcance respetando al prójimo.

















Comentarios

Entradas populares